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27 de diciembre de 2010

Boabdil no tenía motivos | Arturo Pérez-Reverte



No quiero que se vaya 2010 sin glosar un recorte de prensa que tengo sobre la mesa. Hace unas semanas coincidieron, en tiempo y
espacio, el alarde habitual de cinismo de las autoridades del ramo tras
la publicación de cada informe Pisa sobre el estado de la educación en
España -sólo estamos un poco por debajo de la media, no vamos tan mal
como parece, etcétera- y una cosita de la Junta de Andalucía que me hace
tilín. Sobre nuestro coma educativo no voy a extenderme, pues acabo de
desayunar y sería incómodo que la náusea me hiciera vomitar el vaso de
leche y los crispis sobre el teclado del ordenata; sobre todo si
recuerdo los paños calientes del ministro responsable, señor Gabilondo,
el triunfalismo idiota de su secretario de Educación -que ni me acuerdo
de cómo se llama ni me importa un carajo-, o el de ciertos presuntos
consejeros de Educación de los diecisiete putiferios del Estado español.
Dicho sea lo de Estado con las cautelas oportunas.

El adobo de choteo, como digo, lo pone el recorte de prensa que mencionaba. Lo leí cuando se hacían públicos los datos que, una vez
más, confirman que la lucha honorable de tantos maestros españoles,
maniatados por nuestro triste sistema educativo, es una batalla perdida;
que la excelencia en las aulas es políticamente incorrecta, que todo se
iguala por abajo en favor de la apatía y la mediocridad, y que
preferimos tener masas de chusma informe antes que élites preparadas que
le pongan letras mayúsculas a la palabra futuro. Tengo ese
recorte sobre la mesa, como digo, y me partiría la caja si no fuera
porque el asunto tiene poca gracia. Mientras el informe Pisa confirma
que Andalucía sigue a la cola de Europa, lo que preocupa a la Junta que
gobierna esa autonomía, la prioridad a la que dedica tiempo y viruta, lo
que le quita el sueño y merma su presupuesto, es publicar una guía de
71 páginas para propiciar «el conocimiento de la perspectiva
ecofeminista y potenciar el lenguaje periodístico desde una perspectiva
de género medioambiental».

Lo de menos es que Andalucía, inculto patio de Monipodio de políticos oportunistas y clientela comprada con subvenciones, carezca
de medios para que los colegios funcionen, los alumnos progresen, y los
profesores heroicos dispongan de medios en la desigual lucha que libran.
Por ahí pasa la Junta de puntillas. Para lo que comparecen cuatro
consejeros -Medio Ambiente, Presidencia, Igualdad y Hacienda- es para
exigir al mundo que se evite la palabra actor sustituyéndola por persona que actúa, que en vez de futbolistas digamos quienes juegan al fútbol, que en vez de parados se diga personas sin trabajo, que los ciudadanos se transformen en la ciudadanía, el hombre en la humanidad, los niños en la infancia y los andaluces en el pueblo andaluz.

Llegados a este punto, diríamos que la imbecilidad de la Junta andaluza, encarnada en sus representantes, quedó exhausta. Pues no. Aún
les quedó resuello para poner algunos ejemplos de cómo evitar el
lenguaje machista. Por ejemplo, sustituyendo la frase «los maestros les prohíben usar el móvil a los alumnos» por «el profesorado le prohíbe usar el móvil al alumnado»; que, además, resulta un delicioso pareado. Aunque mi recomendación
favorita del informe juntero -me pregunto cuánto costó, y a quién
arregló el año la subvención, o mandanga- es la que critica la frase «Páez estuvo magnífico en su intervención y la señora Martínez iba muy elegante» y exige cambiarla por «Páez estuvo magnífico en su intervención y la señora Martínez realizó unas aportaciones muy inteligentes»; dando por sentado que la señora Martínez, sea quien sea, y por el hecho
de ser mujer, tiene que aportar inteligencia por cojones.

Sería injusto afirmar que en este alarde de sentido común y gusto expresivo, la Junta se olvida de la educación y la cultura. Hay
una exigencia de la que, supongo, tomarán nota todos los profesores -el
profesorado- que expliquen a sus alumnos, o alumnado, la Historia de
Andalucía y de España; dicho sea lo de España sin ánimo de
ofender. Según lo que recomienda el manual juntero, la madre de Boabdil
ya nunca podrá dirigirse en los libros de texto a su destronado chaval
con las palabras que le dedicó en 1492, largándose de Granada: «No llores como una mujer lo que no defendiste como hombre». La frase, ahora, será: «No llores, pues no tienes motivos para ello». Y punto. Ocho siglos de Reconquista, como ven, resueltos y
simplificados de un plumazo. ¿Motivos? ¿Reconquista de qué? Más fácil
para los chicos, imposible.

No puede ser, me digo, que sean tan analfabetos. Ni tan estúpidos. Eso me digo una y otra vez. Serían inocentes, y en nada de
esto acabo de ver inocencia alguna. Me pregunto, entonces, cuál es la
frontera que separa a un analfabeto de un sinvergüenza.



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